

Así, entre cubos cuyas caras mostraban una perspectiva diferente, aparecían figuras “realistas”. De la misma forma, la casi monocromía de las primeras obras cubistas, dio paso a una gama de colores que, sin ser muy llamativa, sí lograba dar tonos distintos a las formas. Eso sí, en todo momento el color aparecía supeditado a lo verdaderamente importante, la representación de la realidad. En 1912, en una conferencia sobre la pintura moderna en el Salón de la Section d´Or, el escritor francés Apollinaire (uno de los referentes ideológicos del movimiento cubista, estando muy presente en el desarrollo de todas sus etapas) habló del término “orfismo” para definir a la nueva tendencia derivada del cubismo.
El orfismo es una tendencia del cubismo que busca reflejar en sus obras, imágenes creadas por la mente del artista, sin que tengan que tener un referente en la realidad. La “credibilidad” de las imágenes la crea la ingeniosa imaginación del pintor, capaz de plasmar formas y dibujos no reales, con gran detalle. Así mismo, esta nueva tendencia pictórica proclama la supremacía del color y la luz, aspectos “olvidados” por el cubismo tradicional. El resultado es la composición de formas geométricas abstractas de gran colorido y luminosidad. Los grandes iconos del movimiento órfico, son los componentes del matrimonio Delaunay, Robert Delaunay y Sonia Terk, pero también formaron parte del mismo, autores tan importantes como los franceses Picabia y Duchamp o el checo Kupka.
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